Es curioso el tema de los recuerdos, ¿verdad? Siempre tenemos al alcance un puñado de ellos de cuando éramos críos pero normalmente surgen por repetición, al contarlos una y otra vez como anécdotas, como los chistes. Pero es al pararse a pensar (sí, hay que pararse) y reflexionar sobre ellos cuando empezamos a encadenar momentos, lugares, situaciones de las que ya ni teníamos en cuenta.
Y no es tan fácil, no todos los momentos son propicios para evocar recuerdos. Se necesita un momento de tranquilidad, que no muchos están dispuestos a gastar; un cierto punto de nostalgia por tiempos pasados y un elemento que nos encienda la chispa.
Entonces me pongo a ello. Hago lo que tengo que hacer y busco y rebusco para luego intentar plasmar una idea de lo que tengo almacenado, unas veces muy sencilla y escueta, otras tan complejas que me resulta imposible describirlas linealmente.
Y al final lo expongo, para que alguien lo vea y no sepa de lo que estoy hablando, que imagine una cosa totalmente distinta a la que intento exponer, que no entienda el enlace entre la música y la situación y los juzgue por separado, que vea lo que una vez viví, explicado según soy.
Esto me lleva a plantearme el por qué lo hago. ¿Por vanidad, esperando que la gente lo vea y flipe? ¿Por la generosidad de compartir momentos de mi vida? ¿Por la esperanza de que alguien entienda lo que intento explicar? ¿Por el aburrimiento que exudo? Ya no lo sé...
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